Me consumo, como si de un cigarro tratase. El aire me
consume, el tiempo. Los ojalás y los quizás. Todo lo que me aleja un poquito de
ti. Todo lo que incrementa cada mínima esperanza. Falsas esperanzas, sí, pero
es lo único que puedo tener. Cada día por la
noche me entra el insomnio, de ti. No te das cuenta de que te miro mientras
duermes, que a la vez que me sacas una sonrisa me la quitas. Cerrar los ojos al
irse a dormir significa millones de cosas. Me preparo para pensar en ti, en mí,
en un nosotros. Recordar. Esa palabra tan puñetera define perfectamente lo que
significa irme a dormir. Pero dormir sin ti, contigo se hacía especial. Contigo agarrándome para que no pudiera escapar, haciéndome cosquillas para verme reír, comernos a besos y acabar quitándonos la ropa con la mirada, o con las manos. Cada noche me buscabas para que mi día terminara de la mejor forma, como solo tu sabías. Pequeña. De un visto y no visto, de una noche a otra, pasamos de todo a nada. Esos despertares y despedidas, las rabietas y reconciliaciones, los celos y seguridades desvanecieron en un abrir y cerrar los ojos. Como a un niño que le das su chuchería preferida y se la quitas. Me quedó claro que la vida es un poco así, un disfrutar y sufrir continuo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario